Seis cronistas imperdibles para animarse a hacer periodismo narrativo

por Diego Prieto Rojas

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La crónica, para muchos el género más difícil del periodismo, es el matrimonio entre la información, los hechos y la magia de la literatura. Si aprender sobre este género es de su interés, aquí les dejamos seis grandes crónicas hechas por maestros del periodismo.

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Gabriel García Márquez empezó a escribir a la fuerza, y por solidaridad a la literatura. En 1947, Eduardo Zalamea Borda, periodista y novelista, exdirector del suplemento literario de El Espectador, retó a los jóvenes a escribir, pues según él “las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada”. Sus palabras las recordó el mismo Gabo en un discurso que proclamó en Caracas, Venezuela, el 3 de mayo de 1970, cuando respondía a la pregunta: ¿cómo y cuándo empezó a escribir Gabriel García Márquez?

“Me senté y escribí el cuento”, recordó, para luego añadir: “el segundo susto lo obtuve el domingo siguiente cuando abrí el periódico y a toda página estaba mi cuento con una nota donde Eduardo Zalamea Borda reconocía que se había equivocado”. Ese cuento se titula “La tercera resignación” y apareció publicado en la sección Fin de semana de El Espectador el 13 de septiembre de 1947. El Nobel de Literatura empezó a escribir ese día.

En ese mismo discurso, Gabo recordó que él dejaba madurar las ideas y, cuando consideraba pertinente, empezaba la aventura de componer textos periodísticos y literarios. Esa unión de dos mundos es la crónica, que propone la premura y el criterio del periodismo y la calidad narrativa y el ingenio de la literatura. De esa mezcla se publicaron en El Espectador cientos de textos, artículos, reportajes y crónicas, entre 1955 y 1984. Una de sus piezas más célebres, Relato de un Náufrago, fue justamente una serie de reportajes novelizados sobre un Luis Alejandro Velasco Sánchez, el tripulante de un buque militar que permaneció a la deriva por diez días.

Justamente Martín Caparrós, periodista y cronista argentino, dijo que “América se hizo a golpe de crónicas: se llenó de nombres y de conceptos y de ideas a partir de esas crónicas”: las Crónicas de Indias, una lectura de esos primeros viajeros -conquistadores- que encontraron en la -hasta 1492- desaparecida América, un auténtico paraíso. La crónica es el formato que nos ha contado.

Sospecho que el periodismo cultural que más me interesa es el que crea una cultura, no el que habla sobre la que ya existe. Eso, creo, es la crónica” Martín Caparrós.

En MANADA, les traemos seis grandes crónicas sobre ciudades, son ejemplos de piezas revestidas con todo lo mejor del periodismo y con todo lo mejor de la narrativa.

Inmersión:

Cansado del “periodismo de escritorio”, Andrés Felipe Solano decidió irse para Medellín durante seis meses y sobrevivir del salario mínimo ($484.500 en 2007). Dijo para la revista Diners que el periodismo literario “se balancea sobre el deseo propio del periodismo de asomarse, lo más cerca posible, a la vida del otro, y a la vez el ansia irrefrenable de ser otro, sin duda el tuétano de la literatura”. La crónica de inmersión se ocupa de narrar la historia desde adentro, vivir la experiencia y contarla. “Durante cada uno de los días que trabajé en aquella fábrica textil en Medellín y arrendé una habitación en el barrio Santa Inés, fui alguien diferente al que había sido hasta entonces. Y esa nueva vida se fue instalando, callada y paciente, al punto de que en las semanas finales, con el viento en la cara y el codo sobre la ventanilla de la camioneta donde transportaba bolsas de ropa por todo Medellín, cansado pero alerta, me preguntaba si acaso aquella no era mi verdadera vida, y la otra –la de un periodista de clase media en Bogotá– una ilusión.”

Observar:

Esta crónica es parte de una colección que Caparrós llama ´Crónicas Sudacas´, textos que “cuentan lo inmediato, cuentan el presente”, dijo Caparrós sobre ¿el qué contar? “La crónica es el género de no ficción donde la escritura pesa más. La crónica aprovecha la potencia del texto, la capacidad de hacer aquello que ninguna infografía, ningún cable podrían: armar un clima, crear un personaje, pensar una cuestión”. Aprender a observar es decisivo para quien decide contar la cultura. Las grandes historias a veces están en nuestras narices.

Rigor, relevancia y lenguaje creativo:

El lenguaje creativo y la relevancia son dos nociones que usualmente no se conjugan en los textos periodísticos de todos los días. Daniel Samper Pizano lo logra con éxito en este texto con “el rigor del historiador y luego escribir con un poco de humor”, como la forma más efectiva de hacerle el quite a la sensiblería que de los hechos trágicos. “Es un mal de los colombianos”, dice Samper, no conocer su propia historia, “por eso repetimos la historia, porque no la conocemos”. Esta crónica es el ejemplo del lenguaje creativo inmerso en un hecho trágico, cuando en Chiquinquirá, en noviembre de 1967, se intoxicaron cerca de 800 personas.

Interpretación y narración:

“Yo escribo para entender, pero escribir es también una forma de pensar”, dijo en entrevista con El País, Leila Guerreiro una de las periodistas más reconocidas tanto en su natal Argentina como en todo el continente. Ha sido ganadora y jurado del Premio GABO y ha ejercido como editora de grandes publicaciones, como la revista Gatopardo. En su crónica “El rastro de los huesos”, reflexiona a medida que relata los años en que un antropólogo forense se pasó exhumando cuerpos en la Argentina posdictadura. En esta historia, cada hueso significa, se humaniza y la interpretación de lo cotidiano está en cada fragmento.

Sensibilidad:

“No me gusta embelesar la escritura, me gusta ser muy pragmática”, dice Andrea Aldana sobre sus crónicas. Para ella, buscar escenas y diálogos es la mejor manera de contar. Sus textos son casi como la escaleta de un documental listo para ser grabado. Es importante recibir los testimonios con respeto, pues tras de esa persona siempre está su dignidad.

Estética:

Carolina Calle, docente de Periodismo Narrativo y premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría de crónica 2019, es una periodista, dice ella, “contadora pública de historias de amor”. Y sí que lo deja ver en sus textos. Sí, acepto no es una simple crónica de amor que se desarrolla entre rejas, es más que eso, Calle se adentra en el universo metafísico de dos personajes que se enamoraron en un contexto de violencia, pero que, a medida que se desarrolla el texto, se convierte en una historia de reconciliación y esperanza.

““Sí, acepto”, respondió con un brillo en los brackets. Y así, sin titubeos, Edith se casó con ese hombre recién salido de la cárcel.”

Acá les dejamos una recopilación de crónicas latinoamericanas “crónicas con chispa” https://cronicasperiodisticas.wordpress.com/

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